miércoles, 3 de septiembre de 2008

Mayo: Alegría de la tierra recetas exquisitas

recetas exquisitas

El título del pertinente libro con el que don Mario Briceño Iragorri advirtiera a los venezolanos de mediados del siglo pasado sobre los peligros y los retos de la transculturación alimentaria, viene como anillo al dedo para festejar este mes, que no es sólo de las flores y de la cruz bendita, sino también de los frutos de la tierra y del trabajo y los campesinos que los hacen posibles. No de balde a San Isidro, el labrador, le celebran su día a mitad del mes, el 15 de mayo, festejo que honra también a los agricultores que son sus protegidos.

Son éstos, aquí en el trópico, los días de agradecer las lluvias, el follaje nuevo, la floración masiva y la abundancia de frutas que alcanzan su perfecta sazón al ritmo del agua. En los andes venezolanos, incluyendo el piedemonte andino larense, son días de procesiones, con vistosas yuntas de bueyes, jeeps o pequeños camiones (como el de la foto, que corresponde al día de San Isidro en Bailadores, Edo Mérida, en 2005) aderezados de ropaje vegetal que expresa la gratitud y el gozo por los favores de la madre tierra recibidos, así como la plegaria de abrigo y sostén ante la necesidad de volver a fecundar los surcos en los que se cifra la esperanza de sobrevivir al mañana.

Hasta Barquisimeto supo de la lluvia, fuerte y prolongada el fin de semana pasado. El jazmín se apresuró a dejar en el aire su aromosa nota de agradecimiento. Mis hijas han reclamado las primeras jaleas de mango verde, el mismo que un árbol ya viejo y diezmado por la poda y el comején nos sigue brindando puntual cada mayo.

Mañanas frescas y aceras lavadas incitan a desandar la ciudad, que ha dejado de temer por los niveles de las represas que la surten de agua. Por su parte, los campesinos continúan su marcha de la mano de los ciclos agrícolas, que son el reflejo de los ciclos cósmicos. Los mercados rebosan de color y suculencia. No desdeñe las ofrendas de la tierra... cocínelas.

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